viernes, 25 de mayo de 2012

Crisis.


A mi me cae mal muy poca gente. En serio, poquísima, de echo, solo hay una persona en todo el mundo que me cae mal. Es como una fórmula matemática: si tu no juzgas a primera vista, ellos no te juzgan a ti. No hagas juicios sin saber quien hay detrás de todo eso. Luego, tienes dos opciones: que te caiga bien, o que te caiga mal. ¿Te cae bien? Perfecto. ¿Te cae mal? Te aguantas, hablas cuando tienes que hablar, y sonríes. Sin crear malos rollos ni paranoias de ningún tipo. Fin.

Y luego es verdad, que por la gente que me cae bien, me hace sentir bien, y me hace reír, muevo mundo, cielo y lo que haga falta. Hago cualquier cosa, me enfrento a quien sea. Con la única, pequeña condición, de que no me mientan. Si me tienen que decir algo, a la cara. Puñales no, gracias. Es así de simple, así de fácil. La primera vez lo paso, la segunda puede. Pero nunca hay más de una tercera. 
No soy una persona que le importe mucho lo que digan de ella. Es más, me da bastante igual. Yo tengo una imagen de mi, y punto. Pero ir contando pequeñas partes de mi vida que he confiado, jamás. Simple, tu me fallas, tu desapareces. Punto.

Pues de momento, en estos dieciséis años, solo ha habido una persona que ha cruzado la línea.  Y mira que la conocía desde hace poco. Se llama C, la chica que ahora me mira mal, y a veces pienso que solo intenta volarme la cabeza. ¿Qué hizo, y bueno, sigue haciendo? Básicamente, querer todo lo que yo quiero, o tengo. Y no para de echar mierda a lo que sea, hasta conseguirlo. Y no solo lo hace conmigo, también con M; antes también pasaba con C (la buena C, mi amiga), solo que ahora ella pasa del tema. 
Y si no moviera mundo, cielo y lo que hiciera falta por enterarse de lo que quiero, para luego arrastrase para conseguirlo y restregármelo por la cara, no me caería mal. Podemos compartir gustos. Pero una cosa es eso, y otra muy diferente, querer acabar conmigo. Y eso, pequeña C, jamás lo podrás hacer ni tú ni nadie.

Tú estás sola, cariño, que ni tus mejores amigas te apoyan contra nosotras, ¿cuál va a ser tu próxima maldad? No importa, ya sabes que hace tiempo que ni me molestas ni se que existes. Y hasta que por fin entiendas que no eres nadie para mi, voy a seguir sonriéndote. Y mientras tanto, hasta que te des cuenta de que todo el mundo se ríe de ti, puedes seguir besando por donde paso o a quien ya he besado.


jueves, 24 de mayo de 2012

Last one.


A veces, me odio. Me odio por se una máquina compulsiva que no quiere parar de comer. Me ciego, dejo de pensar, mando todo mis propósitos al fin del mundo, para comer, comer y comer. No me conozco ni en los espejos. ¿Es tan difícil sentirse bien con uno mismo? No creo que pida mucho, solo quiero que la chica que sé que soy salga de debajo, de donde esté prisionera.
Y estoy dispuesta a hacer lo que sea, cualquier cosa. Lo único que quiero es verme como el resto de las chicas del instituto, delgadas, pequeñas, como mariposas. Yo soy un abejorro, pesado, feo, que solo baila detrás de ellas intentando seguirlas el ritmo. Sin gracia. 

Quiero mirarme en el espejo, con el bikini puesto, y verme guapa. Perfecta, sin ningún defecto. Lo único que me falta para conseguir cualquier cosa que me proponga. ¿Qué veo ahora? Un chica, que le sobra de todo por todos los lados, que jamás será nada si no consigue sacarse ese peso de encima. Y repito, estoy dispuesta a cualquier cosa. Quizás, después de todo lo que he probado, sea hora de empezar a contar calorías en serio, pero no estoy muy segura de como hacerlo. Pero aprenderé, lo llevaré a rajatabla.
Lo malo, es que estoy con los exámenes finales. Es decir, paso demasiado tiempo en mi habitación, estudiando a más no poder... y comiendo. Y lo peor es que no me da tiempo a salir a correr, ni a bajar a entrenar. Es horrible, cada día que pasa, me siento peor, infinitamente.

No quiero ser una chica de portada, ni un saco de huesos. Quiero ser alguien normal. Lo he intentado muchas veces, pero esta, lo prometo aquí y ahora, va a ser la última.


martes, 22 de mayo de 2012

Point.



Dreamys, ahora ya sabéis (a grandes rasgos) quien es la chica que se esconde detrás de su ordenador. La chica que sueña despierta, que juega con lo que no debía, que quiere dormir hasta que le duelan las parpados de tenerlos cerrados. Que estudia, que bebe café cual agua, que se muerde las uñas y, que en el fondo, sigue esperando a su príncipe azul. Aunque no exista. 

Creo que, a partir de ahora, puedo hablaros de lo que me pasa día a día, de como sigo consiguiendo lo que quiero, y a quien quiero. De como caigo, me destrozo contra el suelo. Porque sé que todo eso va a pasar, tiene que pasar. Para ganar, hay que apostar, día tras día. Algunos días perderás, querrás dejarlo todo, meterte bajo la almohada y no salir nunca; pero créeme, algunos, quizás pocos, quizás muchos, podrás comerte el mundo a bocados. No importa cuanto quieran estropeártelo, ni cuanto quieran hacerte sufrir.
Sonríe, merece la pena. ¿A qué viene la charlita filosófica? No lo tengo muy claro, simplemente, me apetecía. Sé que os debo algunos capítulos de está historia, pero tiempo al tiempo. En fase de exámenes, ¿qué otra cosa se puede esperar?

A partir de ahora, de este preciso momento, empezamos a soñar juntas. Yo ya lo hacía, ahora sabréis que sueño. 

sábado, 19 de mayo de 2012

Sweden, what's up?



Menos cinco grados a las siete de la mañana, doce a media mañana, dieciocho a la tarde, menos diez grados de madrugada. Desayuno a las siete y media, comida a las once y media de la mañana, y cena a las ocho. La mermelada se echa en la carne, y no se bebe agua a la comida. El yogur, en tetrabricks. Cuando te presentan a alguien, le das la mano; nada de dos besos. Es más fácil y más barato conseguir drogas que una botella de alcohol. La mayor tasa de suicidios del mundo. Sexo, drogas y, bueno, música electrónica pura. 

Estoy hablando de Suecia, el país de la nieve, el frío. Estocolmo. Sus prisas, sus coches, sus historias, su desastre, su economía, su tren, metro, tranvía. Sus institutos americanos, sus rarezas, sus paranoias. Su bordería. Y yo viví, hace menos de un mes, todo eso, durante quince días. Posiblemente, después de este capitulo, ya podréis saber como estoy hoy en día. 
Los detalles de mi vida sueca no puedo decir que no fueran importantes, pero creo que quedan bastante bien definidos arriba.

Vosotros lo que queréis son trapos sucios, para poder chapotear en ellos sin marcharos. Yo os los voy a dar. Como parte del intercambio con Suecia, teníamos un crucero desde Estocolmo a Tallín, pasando en el barco una noche a la ida, y otra a la vuelta. El crucero tenía de todo, todo lo que puedas imaginar. Nueve plantas, llenas de cosas, tiendas, salas, habitaciones. Tenía piscina, pero no fui capaz de encontrarla. Y lo mejor: un supermercado donde vendían alcohol casi regalado a menores. El plan perfecto, si no fuera porque era mierda pura (perdón por la expresión, pero no se me ocurre palabra mejor).

Resultado: dos noches de flash. Visto y no visto, sin muchos recuerdos, sin saber lo que hiciste, como llegaste a cama, que va a ser de ti al día siguiente. ¿Qué hiciste la noche anterior?

Primera noche: mi camarote, la botella de litro de vodka, la pequeña de no-se-que con mora, RedBull, muchos vasos, jugamos al ''Yo nunca'', bailar, bailar, fotos, bailar, arcada, zona de fumadores, confesiones... P. Si, el mismo chico de Fin de Años (si os habéis perdido esa parte, http://sorryforbeinyoudreams.blogspot.com.es/2012/04/nye.html). Mierda. Mierda, mierda, mierda. Una vez, dos, tres, ¿cuántas? Ahora mismo, sigo sin saberlo. No me gusta, no lo sé. No sé que hacer, si dejarlo así. Pero de lo que si me acuerdo, es que me dijo que le gustaba. Recordarme que algún día os hable de él, y de porque es imposible tener nada más. 

Segunda noche: chicas, recomendación de una dreamy a tener en cuenta: jamás, pase lo que pase, hagáis una apuesta de quien bebe más rápido. Y mucho menos, cuando es alcohol del día anterior, caliente, en dos tragos. Caput, no sé lo que pasó esa noche. No me acuerdo de nada, de nada, de absolutamente nada.

Soy un desastre, lo peor. Lo sé. 
Solo pido que no me lo echéis en cara, porque me he propuesto cambiar. Renacer cuando nadie pensó que lo haría. Puedo hacer lo que quiera, puedo ser quien quiera.

lunes, 14 de mayo de 2012

Bella Italia.



Italia, la tierra de los sueños, la pasta, las góndolas, la pizza de masa perfecta, los italianos. El caos en el tráfico, el calor a flor de piel, el zumbido de las motos pitando en tus oídos. Sonrisas de algodón, helados cremosos, sol, olor a mar. Todo esto; el país en forma de bota. Y allí estábamos nosotros, en Marzo. Disfrutando de nuestra semana de libertad condicional como quisimos: desayunando, comiendo y cenando a base de pasta, pizza y vodka de sabor. Limonchelo de seis euros. Vodka de melón o de melocotón, cuatro euros. La mezcla era lo más caro, así que bebíamos a palo seco. Y la resaca ¿qué es eso? No había tiempo para eso, casi no lo había para respirar. Museos, calles, plazas, catedrales, ciudades, pueblos, chicos. Un torbellino de ideas, ilusiones, concentradas en siete días. ¿Quién podría estar preparado para semejante estallido en el pecho?

Yo, M y C, junto con la otra m. Se merece una letra minúscula, porque desde que la conocemos, para mi, solo me ha creado problemas y dolores de cabeza. Nunca nada está bien para ella, pero la queremos de estraña manera. Nos quiere solo para ella, y cuando no lo puede conseguir, lo intenta con más fuerza, con más pesadez. Pero gracias a ella, por milagroso que parece, empezamos a llevarnos bien con un grupo de chicos del instituto, geniales. No diré sus nombres, porque sus iniciales se repiten demasiado, además, siempre son un grupo. Los llamaré, simplemente, los chicos, y así todas nos damos por enteradas. Geniales, perfectos, no todos legendarios, pero siempre ellos. Fútbol, chicas, cerveza, playa, y nosotras con ellos. Opinamos, discutimos, bebemos, nos divertimos. Juntos, por mucho que m se queje de todo. Podemos contra todo.

En definitiva, Italia nos unió más a nosotras tres, nos alejó de mis dos mejores amigos, R y I, que prefirieron otras chicas del instituto (algún día os hablaré de ellas). Nos unió a un grupo de gente genial, en la que cada día confiamos más y más. Y nos de mostró que nosotras tres, podemos con todo. 

domingo, 13 de mayo de 2012

Break, broke, broken.


¿Y qué fue de él, de N, del chico que me hizo sentir única? Fácil. Quiso desaparecer sin hacer ruido, echándole la culpa al tiempo, a las nubes, a la nada. Ser un cero a la izquierda, no dar explicaciones. Quiso aplicarse el carpe diem, pero no lo puedes hacer, si no lo entiendes. Entonces, en fin de año, lo vi. Por primera vez desde que fue capaz de negarme a la cara todo. Lo vi, en una esquina, de espaldas. Pantalones negros de pinza, americana negra. Camisa blanca, y si, corbata rosa. Aunque no la vi entera, se que la llevó. Y no la vi entera, porque había otros brazos, de otra chica, rodeados en su cuello. 
Me gustaría decir que no me importo. Pero no, lloré, lloré como nunca había llorado, ni siquiera en el silencio de mi cama. Mi amiga, C, también lo vio, y en aquel momento fue cuando A pronunció una de las pocas frases de la noche que puedo recordar: no llores, yo te quiero más. Era mentira, claramente, pero me dio la vida. ¿Lo mejor? Lo que pasó después.

Yo, O, y nuestra columna. La misma que compartimos en Reyes. La misma que cada vez que voy allí, me acuerdo de un olor, una sonrisa, y una mirada; siempre la misma. Y me vio, igual que yo lo había visto a él. N me vio con otro chico, demostrando que no me había importando nada, ni quien fuera ella, ni porque. Aunque en el fondo, sabía que era mentira. 
Pasó esa noche, la siguiente, una semana, Reyes. Reyes, la noche en la que se me rompió el bolso, y tanto mi DNI como la chapa para recuperar mi chaqueta acabó tirada por el suelo. La noche en la que una chica que yo no conocía de nada, me lo devolvió todo. Ella sabía quien era yo. Al día siguiente, solo me acordaba de sus vestido. 

Dos semanas más tarde, me enteré de que ella y N estaban saliendo. Me enteré de que ella me tenía envida por haber estado con él, por que estaba enamorada, o eso pensaba. Sentía lo mismo que sentí yo, cuando ni siquiera era capaz de hablar con él, hacía tres meses. Historias parecidas. Pero en aquella, yo perdía, y ella, M, ganaba. Italia. Ellos hacían tres meses, igual que llegamos a hacer nosotros un día. Nos caímos bien, realmente bien. Si no estuviera él por medio, podíamos ser ahora mismo amigas. 

Pero lo único que podemos hacer es recordar cada vez que nos miramos a la cara, que una la consiguió antes, y que la otra lo sigue ganando ahora. 

martes, 1 de mayo de 2012

Step by step.



Y cual espejismo, igual que cuando se termina un sueño, llegó el nuevo día. Un nuevo año, nuevas ilusiones en botellas de champán. Vomité tres veces el primer día de este año en casa. Me dolía la cabeza, los pies, el cuerpo, el alma entera se había puesto en mi contra. Y lo peor, era lo que no recordaba. Sabía que había bailado hasta destrozarme, que había bebido y que me había querido morir. Sabía que alguien me había besado, una, dos, tres mil veces, pero no sabía quien. Cada vez una cara distinta. 
Vosotros ya sabéis quienes eran, pero yo no me acordaba de todos. Recordaba sabores, olores, chicos, pasos, mordiscos. Callejones, paredes, uñas, sonrojos, risas, lloros. Mi vestido era negro, y a la luz de la noche todos los gatos son pardos. Y yo quise ser un gato más en ese baile de locos. Y lo conseguí.

Pasaron los meses. ¿Que pasó con esos chicos de Fin de Año? Con R, está todo normal. Sigue siendo mi mejor amigo, a quien le cuento todo, sin sentir por él nada más que amistad sin limites, deseosa de ahogarnos con ella. De A, el chico de toda fantasía femenina en está ciudad, no he vuelto a saber nada. Pero no me extraña, él es así: aparece, desaparece, muere, revive de sus propias cenizas. Luego está O. De él si que volví a saber, vaya si lo hice. Compartimos dos noches más, dos noches de caza perdidas en gramos con hielo picado. Pero el problema que tiene él para mi es tan simple como que trabajamos juntos. Los fines de semana, y tenemos la misma jefa. Y ella lo sabe. Fin del asunto.
Después están los dos chicos de los que no me acordaba, M y P. Y la verdad, no hable nada con ellos sobre esa noche, quizás mejor. Lo dejamos así, como si simplemente fuéramos una nube de polvo entre los demasiados que hubo aquella noche. Continuamos llevándonos bien, cada uno con su vida, sin intentar influir en la del resto. 

Siguieron pasando los meses. Febrero. Sábado loco. E. Mucho misterio, pero más oscuridad de por medio. Y llegó Italia, una semana de total y completa borrachera continua. Y él estaba allí, sin más. Con miradas que quizás lo significaran todo, pero que no fueron nada. Solo sonrisas tontas, y algún que otro roce sin querer, queriendo evitarnos, por bien de todos. De mi grupo de amigos, del suyo, repentinamente puesto en la misma balanza. 

Y ahora, ¿ahora quién está?