domingo, 13 de mayo de 2012

Break, broke, broken.


¿Y qué fue de él, de N, del chico que me hizo sentir única? Fácil. Quiso desaparecer sin hacer ruido, echándole la culpa al tiempo, a las nubes, a la nada. Ser un cero a la izquierda, no dar explicaciones. Quiso aplicarse el carpe diem, pero no lo puedes hacer, si no lo entiendes. Entonces, en fin de año, lo vi. Por primera vez desde que fue capaz de negarme a la cara todo. Lo vi, en una esquina, de espaldas. Pantalones negros de pinza, americana negra. Camisa blanca, y si, corbata rosa. Aunque no la vi entera, se que la llevó. Y no la vi entera, porque había otros brazos, de otra chica, rodeados en su cuello. 
Me gustaría decir que no me importo. Pero no, lloré, lloré como nunca había llorado, ni siquiera en el silencio de mi cama. Mi amiga, C, también lo vio, y en aquel momento fue cuando A pronunció una de las pocas frases de la noche que puedo recordar: no llores, yo te quiero más. Era mentira, claramente, pero me dio la vida. ¿Lo mejor? Lo que pasó después.

Yo, O, y nuestra columna. La misma que compartimos en Reyes. La misma que cada vez que voy allí, me acuerdo de un olor, una sonrisa, y una mirada; siempre la misma. Y me vio, igual que yo lo había visto a él. N me vio con otro chico, demostrando que no me había importando nada, ni quien fuera ella, ni porque. Aunque en el fondo, sabía que era mentira. 
Pasó esa noche, la siguiente, una semana, Reyes. Reyes, la noche en la que se me rompió el bolso, y tanto mi DNI como la chapa para recuperar mi chaqueta acabó tirada por el suelo. La noche en la que una chica que yo no conocía de nada, me lo devolvió todo. Ella sabía quien era yo. Al día siguiente, solo me acordaba de sus vestido. 

Dos semanas más tarde, me enteré de que ella y N estaban saliendo. Me enteré de que ella me tenía envida por haber estado con él, por que estaba enamorada, o eso pensaba. Sentía lo mismo que sentí yo, cuando ni siquiera era capaz de hablar con él, hacía tres meses. Historias parecidas. Pero en aquella, yo perdía, y ella, M, ganaba. Italia. Ellos hacían tres meses, igual que llegamos a hacer nosotros un día. Nos caímos bien, realmente bien. Si no estuviera él por medio, podíamos ser ahora mismo amigas. 

Pero lo único que podemos hacer es recordar cada vez que nos miramos a la cara, que una la consiguió antes, y que la otra lo sigue ganando ahora. 

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