viernes, 6 de abril de 2012

March, 2011


Y después de dejar a ese Peter Pan con la miel en los labios, no pude dejar de pensar en él. Hasta que, finalmente, decidí que había perdido mi oportunidad. Para siempre, y que nunca hay una segunda ocasión en temas del amor. Y desde ese momento, me propuse a mi misma no dejar pasar jamás un instante como aquel; a ver, siempre con buen criterio, sabiendo lo que haces. Pero sin arrepentirse. 
La mayor idiotez del mundo es eso, arrepentirse de haber besado, o de haber echo cualquier otra cosa, con alguien. Si lo has echo, es porque nadie te obligo y porque tu ''yo'' del pasado así lo ha querido. Ni más, ni menos. Así que solo nos queda sonreír y asimilar las consecuencias. Pero no salgamos del tema: después de olvidarme definitivamente de aquel chico, llegaron las noches insaciables de alcohol, los desfases sábado si y sábado también. Hasta que llegó Carnaval. Y llegó el momento en el que decidí no regresar a casa hasta que hubiera robado un beso. Ya me daba igual, solo quería bailar, reír y seguir bebiendo; seguir así hasta reventar, y acabar con todo con la onda expansiva. Pum, y hacer estragos. Pum, y lo mejor, recordarlo al día siguiente.

No me preguntéis mucho sobre esa noche, porque fue realmente extraña. C, que llevaba ya tres meses con el chico más guapo del colegio, mientras este le ponía los cuernos a una chica de otra ciudad, se pasó la noche entera llorando porque él no estaba; bueno, llorando y riéndose de todos, al mismo tiempo. Aún no sé como eso es posible. M. volvió a hacer las paces con su chico de toda la vida, el mismo que la tiene loca desde sexto de primaria. Y cuando por fin todo parecía ir bien entre ellos esa noche, ella se tuvo que liar con I. Aja, mis dos amigos de toda la vida, contándose secretos boca a boca delante de un parque lleno de gente; de locos. Lo curioso es que no fue solo durante esa noche; continuaron así durante casi un mes. Imaginaros lo que fue eso para el resto, verlos así día tras día, cuando en realidad no sentían nada el uno por el otro, salvo ser amigos. Horrible, un desastre. ¿Y qué pasó conmigo?
Pues yo me perdí, desaparecí, no supe nada de todo esto hasta unas cuantas horas después. Pero no me perdí sola.

Me perdí con mi otro mejor amigo, con R, o como queráis llamarlo. Me besó, y la verdad es que no me importó. Tampoco puedo decir que me gustará, simplemente no me molestó. Y me gustó, que más daba. Era una noche y estábamos absolutamente fuera de sitio. Y era Carnaval. Pero no le busqué más excusas. Mucha gente ya se lo esperaba, porque nos llevábamos genial, casi como hermanos. O no, porque los hermanos no acaban metiéndose mano mientras estallan en carcajadas. Y ya había salido con él... cuando tenía cinco años. 
Puede que se nos fuera un poco todo de las manos, pero lo que jamás habría pretendido es que pasara lo que acabó pasando. Que dejáramos de hablar, que cada vez que salíamos todos juntos no hubiera nada más que silencios. Tardamos dos meses en volver a estar como antes, ¿realmente mereció la pena?

2 comentarios:

  1. Me encantan tus posts, siempre cuentas las cosas que te pasan y me encanta como las cuentas. Yo también tengo un mejor amigo, y claro, la gente habla.., el otro día, que iba borrachísimo, me dijo cosas preciosas; al día siguiente las negó todas, yo no podría besarle, no lo puedo ni pensar. Y no sabría cómo actuar si eso sucediera.
    Muchos besos
    http://belikeaherokillyourego.blogspot.com

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    1. Muchas gracias, Paula! Me encanta que te guste lo que escribo, me da mucho animo para seguir haciéndolo. Date cuenta que lo que estoy contado es de hace tiempo, para que podáis saber que es lo que me pasa hoy en día. Un beso enorme!

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